martes, 4 de diciembre de 2012
Música y cerebro.
La doctora María Sagrario Barquero Jiménez es Neurólogo, Facultativo
Especialista de Área de la Unidad de Patología Cognitiva del Servicio de
Neurología. Hospital Clínico San Carlos. Madrid.
Lamentablemente necesitamos comer y para ello cazar o trabajar,
necesitamos salud y para ello médicos, enfermeras… necesitamos abrigarnos o
albergarnos y eso hace que «distraigamos» nuestro cerebro de su principal
función aunque conservemos la necesidad de ser creativos en nuestro trabajo.
En la actualidad ignoramos la «finalidad biológica» que tiene la música,
probablemente su función biológica fundamental sea de cohesión social y su
ventaja no sea individual sino del colectivo. Aunque solo algunos individuos se convierten en
expertos músicos todos tenemos experiencia de ella, llegando incluso a
convertirnos en ávidos oidores desde la infancia.
En cada cultura la vivencia que produce la música es similar. Establece
un sistema de comunicación dirigido primariamente a la afectividad del oyente,
pudiendo despertar respuestas emotivas en un sujeto no especialmente educado
para la audición musical, aunque se podría decir que todos padecemos en cierto
modo una «amusia cultural» para la percepción de ciertas melodías que son muy
apreciadas en una cultura pero extrañas en otras.
De manera similar a lo que sucede con las funciones lingüísticas
verbales, la música y el lenguaje se
sustentan en una base estructural común en la corteza cerebral encargada de su
procesamiento; también sabemos que existen mecanismos neuronales para el
procesamiento de la actividad lingüística diferentes, condicionados por la
diferencia de la propia estructura de la lectoescritura del lenguaje en las
diferentes culturas, siendo el ejemplo más demostrativo la peculiar expresión
de las afasias en sujetos que utilizan un lenguaje basado en ideogramas como el
Chino y el Japonés. Partiendo de este supuesto, podríamos pensar que al igual
que sucede con el lenguaje, lesiones más o menos selectivas son capaces de
producir defectos en la percepción o en la producción de la música.
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